
Tan bueno es el que sabe ganar, como excelso es el que sabe perder. Y eso, que se ha dicho hasta la saciedad yo le doy un valor muy especial, especialmente en lo que se refiere a nuestras estrategias financieras a seguir, pues a mi entender no es mejor empresario o profesional el que tan sólo se vanagloria de sus victorias, sino que a mi entender el mejor profesional es aquel que celebra sus derrotas, el que reconoce que ha perdido y que incluso, seguro, ha errado en muchas estrategias y toma de decisiones. Muchos de los que me leen igual no creerán (y la verdad es que tanto me da), pues se tiene de mi una imagen de niño mimado, de niño de papá que lo ha tenido todo en la vida y que ha vivido como en una nube donde no le ha faltado de nada, y en parte tienen razón. Lo he tenido y lo he conseguido todo en esta vida, es cierto, he podido vivir cosas que mucha gente no podrá vivir jamás (que conste, que si bien “papá”, en este caso el abuelo ha tenido algo que ver, yo me he ganado gran parte de las cosas), pero también, por causas que no vienen al caso, lo he pasado fatal, lo he perdido todo y caí en la más absoluta derrota, y hoy, si soy sincero y lo miro con retrospectiva es lo que más celebro. No digo que un empresario, un profesional o una persona tenga que pasarlo mal, incluso casi vitalmente, y encima celebrarlo, eso es cinismo, pero bien cierto es que esa derrota, cuando es una derrota dolorosa, plena y absoluta, es la mejor medicina, es la mejor arma para lograr la mejor de las recuperaciones y la más potente de las victorias. No digo tampoco que la ruina por la ruina sea buena en sí misma, ni que el perder por perder nos haga más fuertes. Pues evidentemente si de aquellas acciones que nos hundieron, si de aquellas estrategias que nos llevaron al abismo no aprendemos y volvemos a cometer los mismos errores, estaremos condenados una y otra vez al fracaso, una y otra vez al ostracismo, y de ello nada aprenderemos, y ello nada tiene de positivo. Pero no nos engañemos, el perder por el perder no es bueno, pero el perder y aprender perdiendo, el fallar y aprender de esos fallos los mecanismos para no volver a cometer los mismos fallos es magnífico, es fantástico y nos hace menos vulnerables y menos imperfectos. Hoy vuelvo a ganar, no soy el que era hace dos décadas, ya no, tampoco lo pretendo, hoy mi forma de ganar ha cambiado. Sé que tengo un buen futuro y no me escondo, sé que lograré cosas que están por encima de la media y me enorgullece, pero eso no quita que de lo que más orgulloso esté (además de mi mujer) es de cuando esto no era así, de cuando tuve la derrota absoluta. Pues esa derrota (y mi mujer) me ha permitido estar hoy aquí, y esta derrota me permitirá ser quien seré mañana.