
Vivimos en una sociedad donde podemos tener casi cualquier producto o servicio, y donde casi cualquier producto o servicio se puede crear o producir. Vivimos en una sociedad donde el problema no esta en el cómo crear un producto o servicio, sino en cómo dotar a este producto o servicio de los atributos que le den valor para que resulte atractivo y para que nos resulte rentable, y es que en el valor añadido o en la potenciación de los atributos se encuentra el éxito, ¡siempre que este valor o atributos sean verdaderos! Fabricar y vender una camisa, fabricar y vender un postre lácteo o por ejemplo fabricar y vender cualquier tipo de producto o servicio puede hacerlo cualquiera y de buen seguro que cada uno podrá hacerlo a un menor coste, pero no cualquiera puede darle valor al producto o servicio. Y es que en la actualidad ya no se trata tanto de la función básica del producto o servicio en sí mismo, sino en lo que nos aporta ese producto o servicio. Así por ejemplo y si nos fijamos en los dos ejemplos indicados anteriormente, vemos que comprar una camisa en cualquier mercado es muy fácil y barato, y de buen seguro que además esa pieza nos cubrirá la función básica para la que fue creada que es la de cubrir nuestro cuerpo para que no pasemos frío, pero esa pieza no nos aportará valor. Al contrario, una camisa que se caracterice por su resistencia o por su calidad, o ya no mencionar por los atributos que se le suponen a una marca, son valor suficiente para adquirirla. O más aún, por ejemplo estas camisas nuevas que llevan reproductor musical incorporado, que repelen la humedad o que tienen propiedades determinadas son claros ejemplos de valor añadido en un producto. Otro claro ejemplo es el de los postres lácteos (que bien se podría extrapolar a otro tipo de bebidas y alimentos). Un yogurt, es un yogurt, ¡y cualquiera cumple la función básica de alimentarnos!, pero no todos los yogures cumplen la función de ofrecernos valor añadido. Yogures enriquecidos que protegen nuestros huesos, o yogures bajos en calorías que cuidan nuestra línea, son otras muestras de valor añadido en un producto, en este caso alimenticio. Ahora bien, hemos de tener presente una cosa, para que realmente sea sostenible este valor presuntamente ofrecido, el valor tiene que trascender al marketing, es decir, el atributo que le presuponemos al producto o servicio tiene que ser real y demostrable. Cosa que a veces no siempre sucede, y queda simplemente en una estrategia más de marketing, aunque claro, sí tenemos el poder de invertir grandes cantidades económicas en campañas para a base de repetirlas hacer pasar y convertir mentiras por verdades es otra opción, pero ese en todo caso es otro tema.