
Muchos dirán que no existe un banco, una entidad financiera buena, yo para nada comparto esa idea, ni veo en la banca o en las entidades financieras en general el demonio que nos causa todos los males. Por supuesto que hay buenas y malas acciones y buenas o malas cosas, pero de ahí a generalizar media un trecho, pero en fin, este no es el tema de este artículo y el mismo quiere centrarse en la necesidad de que como gestores de nuestro negocio, establezcamos relaciones de confianza con aquellos entes que directa o indirectamente se relacionan con nuestro negocio, y entre ellos se encuentra, evidentemente, también la banca, pero ni mucho menos, se encuentra únicamente la banca. Las relaciones de confianza deberían ser la premisa inicial de cualquier negocio, es decir, no se trata de tejer relaciones inamovibles e inseparables, se trata de generar relaciones con proveedores, clientes y demás entes que generen sinergias por ambas partes, que nos resulten beneficiosas en la medida de lo posible a todos nosotros. Ello es muy fácil de decir, y en muchos casos relativamente de ponerlo en práctica, pero no siempre es ni mucho menos así. Al contrario, en muchas ocasiones parece que lo más difícil sea precisamente lo que a priori debería parecer más fácil, muchas veces parece que sea más difícil tejer la confianza que no, por contra, tejer la relación. Por todo ello siempre he sido un gran defensor de en la medida de lo posible mantener una línea estable en nuestras relaciones. Atención que ello no significa ni mucho menos que no hemos de ir siempre en busca de un proveedor que nos convenga más o lo que sea, pues ello se alejaría muy mucho de mi pensamiento, pues siempre soy un ávido “buscador” de nuevas oportunidades y de probar nuevas cosas, pero de ahí a la infidelidad comercial más absoluta media un trecho. Así, siempre he considerado, que especialmente en lo esencial debemos mantener una cierta estabilidad y coherencia. Dicho de otro modo también, está muy bien cambiar de proveedor de algunos componentes que fabriquemos, pero intentemos mantener una estabilidad, como mínimo en los componentes esenciales, y ello puede resultar extrapolable a servicios como la telefonía e internet, la banca, los seguros y otros servicios “básicos”. No nos engañemos, lo anteriormente no lo digo en favor de las compañías o de los proveedores afectados, ¡sino en el propio nuestro!, pues ya no se trata de la operatividad en sí misma del servicio, sino de la agilidad, la falta de molestias y demás variables negativas o molestas que se producen comúnmente con el cambio constante. Resumiendo, vayámonos a otro proveedor cuando deseemos, cambiémonos de operador si nos apetece o dejemos a nuestros suministradores cuando nos venga en gana, pero tengamos presente antes de hacerlo, los costes en tiempo, aprendizaje, adaptación que ello requerirá, entonces valoremos y decidamos: en muchos casos nos convendrá a menudo, en otras ocasiones poco o muy poco, y en otras ocasiones nos será indiferente, en estos casos obviamente aprovechemos las ocasiones que se nos presenten.