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Capacidades y excelencia profesional desde lo individual

En los últimos años se habla y ensalza mucho lo de trabajar en equipo, lo de que el equipo lo es todo y que sin el equipo no somos nadie. En los últimos años se habla de que sólo desde el trabajo en conjunto tiraremos para adelante los negocios, y si bien eso es cierto, no olvidemos que el equipo y el conjunto empiezan en el individuo. Y es importante que no perdamos de vista esa realidad, pues de lo contrario puede parecer que paradójicamente cuando nos encontramos en una de las épocas más individualistas de la historia donde el concepto de sociedad se está transformando hacía un concepto de conjunto de individuos, el mundo de la empresa tiende hacia lo contrario, y ni lo uno ni lo otro. No nos engañemos, a entender de quien firma este artículo, todos somos uno y miramos para nosotros, y bien que hacemos, otra cosa es que pongamos nuestras capacidades y nuestra búsqueda de la excelencia al servicio (temporal o no) de un grupo concreto (pongamos, que nuestro equipo profesional, que el equipo de nuestro negocio), pero esa puesta en servicio se hace para beneficiar al grupo sí, pero si hemos de ser sinceros lo hacemos porque primero nos beneficia a nosotros mismos. Así, llegamos que el trabajo en grupo, que el conjunto se torna indispensable, sí, indispensable, pero paradójicamente no se torna tan indispensable para el grupo o conjunto en sí mismo como para el individuo. Y es que es el individuo quien gracias al grupo logra una mejora de sus capacidades o un camino que de otra forma le sería imposible de recorrer (como mismo del mismo modo) hacía la excelencia. Entonces nos encontramos ante el pez que se muerde la cola, pero un pez que nace en el individuo. Pues sin el individuo no habría un conjunto o grupo, sin un uno más uno, no habría dos, aunque también es cierto que este uno más uno, sin ser un dos integrado en sí mismo no lograría los mismos resultados que el uno más uno convertido en dos.