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Cualquier coste es un coste

Con este enigmático título empieza este artículo destinado a exponer para los que estén pensando en como poner el precio a un producto o servicio que deseen ofrecer, la necesidad de que para establecerlo tengan presentes uno y cada uno de los costes que la realización de ese producto o servicio les suponga. Si analizamos lo dicho en el párrafo anterior de forma aislada y fuera de contexto puede parecer obvio lo que se dice, pues aparentemente resulta más que obvio que para calcular el precio de venta a establecer de un producto o servicio que queramos poner a disposición de nuestros clientes haremos servir la fórmula clásica de sumar todos los costes asociados, y al resultado de esa suma le añadiremos un porcentaje que será nuestro margen comercial, nuestro teórico beneficio por la venta de cada producto o servicio, pero si lo analizamos un poco más en profundidad vemos que no es tan simple. Y si lo analizamos en profundidad vemos que no es tan simple por una simple razón: en muchas ocasiones los neófitos en esto de poner precios, pueden caer, y caen, en el craso error de no sumar todos los costes que deberían sumar, y eso les hace calcular de forma errónea el precio a establecer, me explico: Es  claro y evidente que si hablamos de los costes que nos genera crear un producto o servicio en los casos donde se requiera adquirir materia prima, comprar componentes, etc., todos esos costes habrá que sumarlos. Hasta cierto punto también es claro que si para poner a disposición del cliente un producto o servicio hay que fabricarlo o se requiere de la mano de obra, de la dedicación de horas de algún o algunos profesionales habrá que sumar esos (todos, costes de cotización, etc.) costes al precio final, pero luego existen otros precios más indirectos, más ocultos, que a veces pueden parecer no tener importancia y que sin duda, la tienen y mucha. Por ejemplo si trabajamos como prestadores de servicios freelance, en el ámbito de la consultoría, y lo hacemos desde casa o un pequeño despacho, que sucede con los costes asociados que dedicamos a generar nuestros servicios, ¿qué sucede con los costes de alquiler del espacio?, ¿qué sucede con los costes de luz, de telefonía o de servicio a Internet? Puede parecernos una banalidad, pueden parecernos pocas cantidades, pero sin duda, la suma y suma de pequeñas cantidades, de no imputarlas correctamente hacen grandes cantidades, hacen grandes pérdidas. Pero ¿cómo imputar esas cantidades en el importe del precio que ofrecemos a nuestros clientes? Existen distintos medios y distintas formas, y en algunos casos la precisión exacta de lo imputado no será exactamente el importe real, pues por ejemplo del consumo mensual de luz o de la tarifa plana de Internet que corresponde a ese producto concreto es muy difícil o imposible de determinar. Pero sí que es posible el tener presente que tenemos esos costes y que en pequeñas porciones y distribuido entre todos nuestros clientes, ellos tienen como mínimo que sufragarlos.