
Múltiples son los escándalos que se han dado en el mundo publicitario, y muchos son los ríos de tinta que han corrido diciendo que si en realidad ese escándalo desatado es perjudicial o si en realidad es beneficioso para el polémico anunciante, pues en realidad la controversia lo único que consigue es retroalimentar el asunto y generar más debate, y más controversia, en otras palabras: más publicidad gratuita. Escribo esto porque últimamente he visto un anuncio que personalmente me ha generado pavor, que me desagrada y que he de reconocer que incluso personalmente me ofende, este es el anuncio de Fanta con unos niños cantores mandando “a tomar Fanta”. Sinceramente yo además de encontrarlo falto y carente de valores, vulgar, de mal gusto y soez, lo encuentro un ataque contra la integridad de la formación a los adolescentes. Pero bien, lo que yo piense da lo mismo, lo importante es lo siguiente, ¿un anuncio ofensivo o cuanto menos controvertido es positivo o negativo? A entender de quien firma este artículo todo tiene su parte positiva y su parte negativa, y es la enseña anunciante la que debe calibrar si le interesa seguir adelante con la campaña o no, o si incluso la campaña, el objetivo mismo no era seguir para adelante, era provocar, causar polémica, “pedir disculpas”, retirarse y esperar a hacer caja. Enfocándolo de otra forma, el escándalo por el escándalo siempre escandalizará, pero también es cierto que gustará, y cuanto más escandalice más altavoz se hará. Entonces dicho esto pudiera parecer que sí, que lo ideal es lanzar la polémica y poner el ventilador, pues sólo así lograremos un impacto y beneficio mayor, pero no siempre es así, tenemos que calcular muy bien el riesgo. Hemos de tener presente a que público nos dirigimos, si nuestro producto o servicio o nuestra enseña en general se dirige a un perfil genérico, a una gran parte de la población, entonces no encuentro muy aconsejable lanzarse a la provocación, pues tenemos más que perder que ganar y bien haremos de mantener un perfil bajo y nada estridente. Ahora bien, es de mi opinión que si nos dirigimos, que si nuestro producto, servicio y enseña se dirige a un segmento muy determinado, a un determinado target y no nos importa para nada todo el mercado en su conjunto, ¡lancémoslos!, ¡provoquemos!, ¡escandalicemos! Pues no cabe ninguna duda que como más “la liemos”, más nos odiarán, atacarán y criticarán, sí, pero ¿quiénes? Aquellos que no nos importan. Por contra iremos sumando adeptos y más adeptos, cosechando aplausos entre “los nuestros”, otros más nos querrán. En definitiva, si pretendemos agradar a todo el mundo mejor calladitos como se ha dicho y con cara de buenos niños, pero si sólo nos preocupa agradar a quien en realidad debemos agradar, que es al cliente que le gustamos y que paga por nosotros, no temamos de lanzarnos a la yugular de quien sea y como sea que nos genere simpatías y notoriedad entre este grupo que es el que nos paga.