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El fijo con el fijo, el circulante con el circulante

La lógica de supervivientes nos dice que no puedes comprarte una casa con un préstamo a tres meses. Pues esa es básicamente la idea que subyace en la financiación empresarial. Confianza en el largo plazo En un mundo (financiero) perfecto, sin crisis ni falta de liquidez bancaria, y donde las empresas tienen opciones donde elegir, podríamos encontrar como en botica, todo tipo de remedio para nuestros males. Si somos una pequeña empresa, con una gran idea y pocos fondos, tendríamos a los business angels y los venture capital dispuestos a creer en nosotros y prestarnos los fondos hasta lograr despegar. En forma de acciones o de deuda, nos darían el impulso necesario para el despegue, el kick-off. Si pasados unos años hemos demostrado que realmente teníamos una gran idea, y nuestra empresa ya aparece entre las últimas aventuras exitosas del mundo de los negocios, tendremos donde elegir. Quizá queramos compartir nuestra suerte con otros aventureros, y entonces emitiremos capital social. Pero si queremos seguir teniendo el control de nuestra empresa, nuestra opción para la financiación a largo plazo, puede ser un préstamo, y pasado un tiempo una emisión de bonos. Hasta aquí el largo con el largo. ¿Por qué? Porque los proyectos que financiamos son a varios años vista, porque es difícil iniciar algo nuevo que funcione pronto, y porque debemos dar tiempo a las ideas para que maduren y triunfen. Necesitamos que confíen  en nosotros durante un periodo de tiempo. El corto con el corto En el día a día, la caja, la liquidez tira. Necesitamos fondos rápidos, que podamos mover con facilidad, solicitar, devolver. Que no nos lleven meses de preparación y negociaciones, porque mientras nuestro negocio se ha muerto. Si vemos la estupenda oportunidad de comprar materias primas a un nuevo proveedor con unos precios magníficos, ¿esperaremos a que el banco nos conceda un préstamo a 5 años? El primero que nos financiará será el propio proveedor, dejándonos unos días antes de recibir su pago. Y podremos usar la línea de crédito (la de las emergencias en los puntos bajos de la caja) o tendremos algún otro banco que nos ha hecho un préstamo casi “al consumo”. Pero necesitamos algo más. Financiación de las pequeñas empresas Todo esto es muy bonito en el papel, pero las pequeñas empresas no viven nunca en ese mundo perfecto. Desde su nacimiento arrastran las dificultades de los pequeños:

  • Necesitan fondos para arrancar, igual que las grandes, pero el alto riesgo de las propuestas, la posibilidad de que el negocio falle y suponga un quebranto en los resultados del prestamista, hacen que lograr la financiación a los plazos que necesitan sea imposible. La dependencia de unos pocos emprendedores aventureros, trabajadores y dueños a la vez, hace que el riesgo sea aún mayor.
  • Por la misma razón no tienen los bienes adecuados que garanticen esos préstamos, y hoy en mayor medida, ya que muchos de los nuevos negocios necesitan poco o nada de los activos tradicionales, lo cual no ayuda precisamente a reducir el riesgo en el que los prestamistas se ven envueltos, ya que no encuentran el clavo físico al que agarrarse.
  • Y cuando pese a todo, logran financiarse, es difícil que se cumpla la máxima anterior, “El corto con el corto, el largo con el largo”. Conseguirán financiación a corto plazo para inversiones a largo que le crearán una continua tensión de caja que puede llevar a la asfixia financiera y la muerte.

La forma de lograrlo será un encaje inaudito de la actividad de la caja, que incluso en el mejor de los casos puede llevarles al overtrading, una situación en la que el propio crecimiento necesita de más liquidez entrando en una espiral perversa de la que solo se sale con financiación más estable, con financiación a largo plazo. Esa parte de la actividad circulante de la empresa, cubierta por financiación a largo, es el working capital, pero como en las “Mil y una noches”, ese será un cuento para otro día.