Los negocios se construyen a base de esfuerzo, de realidades, de éxitos y de fracasos, del día a día y del tiempo, pero los negocios también se construyen a base de sueños, sin sueños no hay negocios, sin sueños que los sustenten no hay éxito. Podremos hacer rentable un negocio, podremos lograr cuadrar las cuentas y podremos lograr que un negocio sobreviva, sí, podremos lograrlo incluso sólo en base a una buena inversión y una buena planificación, una buena gestión. Pero nada de todo ello nos hará sentir completos si ese negocio, si esa rentabilidad, si ese cuadrar de cuentas no va sustentado sobre un sueño. Montar un negocio, emprender, trabajar por cuenta propia es mucho más que dinero. Es dinero sí, por supuesto, pero es mucho más que eso. Es libertad, es pasión, es creatividad, es poner en marcha nuestro propio ser, es engendrar y ver crecer, es crecer con él, es muchas otras cosas que una cuenta a final de mes. Por supuesto que precisaremos de una buena cuenta a final de mes aunque sólo sea para que podamos vivir, y que duda cabe que si bien el dinero igual por si mismo no nos dará la felicidad si que ayudará mucho a la misma. Pero que duda cabe también que la guinda que pondrá la cereza al pastel es si todo eso lo hacemos en base a un sueño cumplido, a una idea a un deseo convertido en realidad. Y es que no hay factor motivador más importante, no hay impulso más importante que el factor de la ilusión, el factor de los sueños propios, el factor de toda una vida dedicada y plasmada en nuestro negocio. Sin duda, para mí, ese es el factor definitorio de éxito, ese el motivo que me invita y me emociona al levantarme cada día.