
Obsoleto es aquel sistema que consideraba la formación como un marco encasillado dentro de una determinada franja de edad de una persona y que posteriormente se consideraba finalizado. En la actualidad, la realidad se ha transformado por completo y la formación continua se impone en el seno de cualquier persona, y obviamente también en el seno de los profesionales y de los mismos entes corporativos. Y es que en la actualidad no se entendería ninguna actividad profesional y ninguna empresa sin un buen plan y proceso de formación continua. Un proceso continuo de formación continua, que es a la postre lo único que permitirá a los profesionales y por extensión a las empresas, seguir siendo competitivos e ir en constante crecimiento con el tiempo. De cualquier otro modo, el profesional y la empresa están condenados al ostracismo más absoluto, a la desactualización completa que equivale a la muerte como profesional o como ente corporativo. Todo lo anteriormente viene producido por amplios factores, por diversos motivos, pero el principal es el cambio que ha vivido el mundo y la sociedad en sí misma. En la actualidad ya no vivimos en una sociedad estática, cerrada y con cambios que se producen paulatina y gradualmente, sino que nos encontramos en una sociedad abierta, global, en permanente cambio y evolución, y con un nivel, un magma de conocimiento y de desarrollo de los mismos impensable hace tan solo pocos años. Ello hace inevitable, hace necesaria ahora más que nunca la formación continua, una formación continua que permitirá al profesional estar permanentemente actualizado y en evolución, y que aportará a la empresa esta experiencia y formación. Lo que a su vez enriquecerá la misma inteligencia empresarial. En definitiva un marco en el que gracias a al formación continua todos salen beneficiados, y que por ende de todos ellos es responsabilidad.