Hace cien años las relaciones laborales se entendían como una relación entre dos partes para nada iguales, donde una parte era directamente la opresora y la otra la oprimida, que debía lamentablemente dejarse oprimir para subsistir. Hace cincuenta años, las relaciones laborales se entendían como unas relaciones más abiertas, si bien aún seguían existiendo esas grandes diferencias entre quien contrataba, y el que era contratado, hoy en pleno siglo XXI es absurdo seguir encerrados en un planteamiento que ya no es así.