
El concepto de obsolescencia programada existe desde los felices años 20, época del auge del fordismo, un movimiento que se centró en aumentar la productividad y reducir los costes de producción. Fue en 1954 cuando se utilizó por primera vez este término. Brook Stevens, diseñador industrial, utilizó el concepto para una conferencia sobre publicidad y hace referencia, según sus palabras, a «instalar en el comprador el deseo de poseer algo un poco más nuevo, un poco mejor, un poco antes de lo necesario».
Trasladándolo a la época actual, y a modo de ejemplo, todos hemos sido testigos alguna vez de cómo un objeto se desgasta al poco tiempo, empieza a funcionar mal, o cómo se lanzan nuevos accesorios de una marca que son incompatibles con modelos que no son tan antiguos. El término de obsolescencia programada se utiliza para referirse precisamente a cómo un objeto o producto nace para quedar anticuado al poco tiempo y que el usuario tenga la necesidad de sustituírlo por otro y estimular así el mercado.
¿Qué Necesitas?
Referencias en la historia
En 1881 se puso a la venta la primera bombilla, creada por Edison. Su objetivo era que durase lo máximo posible, aunque la asociación de regulación de bombillas Phoebus, que incluía a la mayoría de fabricantes de bombillas de Europa, Estados Unidos y colonias de Asia y África, decidió limitar la duración de las bombillas a 1.000 horas, de forma que los usuarios tuviesen que volver a comprar a su marca de confianza cada poco tiempo. Los fabricantes sufrían rigurosos controles durante los procesos de producción para asegurarse de que no se saltaban la norma. Algunos de ellos eran multados si se atrevían a ampliar la vida de sus productos. Este se considera la primera referencia al a obsolescencia programada de la historia, y como todos sabemos, es un tema que hoy en día no se ha solucionado. Hace poco nos enterábamos de que un equipo de investigadores había creado una bombilla que no se fundía nunca, aunque la noticia se disipó pronto.
Ejemplos de obsolescencia programada
Muchos expertos aseguran que algunos objetos han ido perdiendo resistencia a lo largo de los años o que incluso se fabrican con un número de funciones programadas. Un ejemplo son las impresoras, que según varios estudiosos contienen información para dejar de funcionar cuando han hecho un número de impresiones.
El caso Apple
En plena efervescencia del reproductor iPod, el director de cine estadounidense Casey Neistat y su hermano crearon un corto en el que se denunciaba la limitada vida de las baterías de estos reproductores de música. El problema, según decían, era que la batería estaba soldada al reproductor de música, por lo que el cliente tendría que cambiar el aparato por otro más nuevo al poco tiempo de haberlo comprado si esta se estropeaba o debía ser sustituída por otra. El vídeo tuvo tanto éxito que a Apple le cayeron un montón de denuncias de consumidores descontentos que ahora sabían la verdad sobre las baterías de sus aparatos. Finalmente, el gigante tecnológico prometió una vida útil de dos años y poder cambiar las baterías de estos aparatos con un servicio técnico especializado que las arreglase de forma gratuíta.
Teléfonos móviles
¿Cuál fue la máxima duración de todos tus teléfonos móviles? Seguro que ahora te estás dando cuenta de que cada vez te duran menos tiempo y que cuando su vida útil se acerca a los dos años comienzan a darte problemas. Muchos consumidores se quejan de que los teléfonos móviles que se fabrican actualmente tienen una duración limitada que muchas veces va en función de la garantía que el fabricante ofrece. Las quejas se enfocan en que una vez que la garantía del terminal expira éste deja de funcionar correctamente y la única solución es adquirir uno nuevo por un elevado precio.
También es típico que las grandes compañías de telefonía hagan actualizaciones de software que dejan de ser compatibles con determinados terminales, de forma que para seguir utilizando el teléfono haya que comprar un nuevo aparato que permita instalar el software avanzado. Esto significa un nuevo reembolso al que es difícil hacer frente.
Riesgos de la obsolescencia programada
Aunque muchos expertos fundamentan su apoyo en que supone un empujón a la economía y al desarrollo de empresas, este comportamiento por parte de algunas compañías puede afectar seriamente a la comodidad de los compradores que buscan un servicio duradero comprando un aparato de alta gama y grandes prestaciones. Además, asociaciones ecologistas denuncian que programar la vida útil de los productos afecta gravemente al medioambiente, ya que provoca la acumulación masiva de residuos para desechar que se convierten en muy contaminantes. También denuncian que supone una sobreexplotación de los productos de la Tierra debido a que se utiliza mucho más material y mucha más energía en multiplicar la producción para dar respuesta a las demandas de los usuarios.
Tipos
Muchos autores estudiaron el fenómeno de la obsolescencia programada, publicando trabajos que tratan de arrojar luz sobre esta práctica. Uno de los más conocidos y también uno de los primeros en hacerlo fue Vance Packard, un periodista americano autor de la obra The Waste Makers que contiene una clasificación de los tipos de obsolescencia programada. Así, el autor propone lo siguiente:
Obsolescencia de función: Se produce cuando un producto debe ser sustituido por otro que tiene unas mejores especificaciones. Pasa, por ejemplo, con el caso de los teléfonos móviles cuyo software no puede ser actualizado en un terminal antiguo, un caso que analizábamos anteriormente.
Obsolescencia de calidad: Es una de las más típicas y también de las más criticadas. El aparato comienza a fallar a los pocos meses de ser adquirido por un mal funcionamiento programado. Es decir, desde su fabricación, el producto está diseñado para que se estropee en una fecha concreta, normalmente coincidiendo con el fin del periodo de garantía, lo que deriva en la necesidad de adquirir otro.
Obsolescencia por moda: Aunque el producto sea todavía funcional y supla las necesidades iniciales, deja de ser deseado por su dueño por cuestiones de estética o moda. Es decir, que los gustos de los consumidores cambian demasiado rápido y se ha creado la necesidad de renovar nuestros aparatos cada menos tiempo.
Los tres primeros tipos de obsolescencia programada son una realidad de la que cada vez se estudia más, aunque la obsolescencia por moda es un fenómeno social que adquiere cada vez más relevancia. Vivimos en un mundo consumista en el que la bajada de los costes de fabricación hace accesibles a casi todo el mundo aparatos que hacen nuestra vida más sencilla, pero cuya utilidad se convierte en limitada a los pocos meses.
El futuro de la obsolescencia programada
Los defensores de esta corriente dicen que este fenómeno favorece el desarrollo del mercado, ya que permite un flujo de compra constante y por lo tanto una mayor oportunidad para la mayoría de las empresas. Como vimos durante este artículo, no es un fenómeno de reciente creación, sino que se remonta al siglo XIX y el negocio de las bombillas. Desde ese momento, parece que nada ha cambiado: debemos seguir cambiando las bombillas cada cierto tiempo, nuestros móviles duran como mucho dos años y muchos ni siquiera utilizamos la ropa de otras temporadas.
Para las empresas, la obsolescencia programada es el complemento perfecto al marketing, de forma que crean una necesidad en un consumidor que ya es cliente, es decir, que ya está satisfecho con sus productos. De esta forma, hay muchas posibilidades de que el cliente vuelva a adquirir un producto de la misma marca, normalmente de mejores prestaciones o una gama superior.
La obsolescencia programada lleva acompañándonos dos siglos, y parece que su avance es imparable, a pesar de que muchos autores intentan informar a la sociedad sobre los verdaderos intereses de las empresas.