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La tarjeta de visita digital

Antiguamente quien no tenía una buena tarjeta de visita profesional no tenía prácticamente nada. Esa pequeña pieza, normalmente de cartón, que contenía (y contiene) la mayoría de nuestros datos de contacto y de “afiliación” profesionales era nuestro segundo rostro, nuestro recordatorio permanente de que estamos ahí, eso no ha desaparecido con las novedades tecnológicas, pero si que se ha transformado. Analicémoslo. Veamos, la tarjeta de visita, no ha desaparecido con la aparición, el auge, el despliegue ni la consolidación de las nuevas tecnologías, especialmente Internet, pero si que ha sufrido dos grandes cambios: su utilidad misma y su contenido. Y digo que a visto sufrir grandes cambios en su utilidad misma, pues si bien, como digo no ha desaparecido por completo de nuestras carteras, sí que ha visto reducida considerablemente su importancia, sí que en parte se ha vuelto prescindible, es decir, no estoy diciendo que no haya casos en los que no siga siendo imprescindible contar con tarjetas de visita físicas, pero bien cierto que con el auge de firmas, de perfiles y de datos digitales la misma ve reducido su impacto y su cantidad, si antes repartíamos cien tarjetas, ahora nos basta con cincuenta (por decir unos números). En su lugar, en lugar de la tarjeta de visitas física de toda la vida, han ocupado su lugar nuestras firmas en el correo electrónico, nuestros perfiles en las redes sociales y demás lugares virtuales donde quien este interesado en nosotros, pueda disponer de nuestros datos. Ahora bien, como digo, aún existen muchos, ya no digo casos, sino momentos que requieren de una buena tarjeta de visita física, para esos casos, las condiciones también han cambiado. Antaño, primaba por encima de todo ostentar (como mínimo en la tarjeta) un cargo imposible de descifrar y que supusiese (en teoría) un alto prestigio personal para nosotros. A su vez, el poner la dirección física de nuestra sede profesional era un símbolo de empresa seria y quien no lo hacia parecía una especie de empresa fantasma, mafiosa o de poca monta, lo mismo sucedía quien no ponía teléfonos físicos o correos electrónicos con dominio propio, hoy todo eso ha cambiado. En la actualidad bien podemos decir que la realidad en lo que se refiere al contenido (pues el continente, la tarjeta en sí misma ya se supone que debe de ser de calidad, con color acorde a nuestro perfil, y muy especialmente, ¡¡¡con el tamaño máximo de una tarjeta de crédito!!! Pues sinceramente quedan horrorosas esas tarjetas que no caben en la mayoría de archivadores, carteras y que se tienen que doblar para darle cabida) se ha transformado, pues si bien la necesidad de nombrar el cargo de mantiene, el resto difiere. Ahora, y en los tiempos tecnológicos que corren, los datos básicos ya no incluyen direcciones físicas (entendamos que existen múltiples empresas virtuales, con oficinas virtuales, etc.) ni teléfonos fijos por exigencia. En la actualidad una relación de datos básicos podría ser, a mi entender, el siguiente: Nombre y apellidos del profesional, cargo, empresa si aplica, dirección de correo electrónico (no importa con dominio propio o no, pero sigue siendo un plus), sitio Web, usuario de Twitter, puede que un teléfono (sirve móvil), y nunca esta de más cualquier otro usuario de telefonía como por ejemplo Skype, pero no es imprescindible. Ahora bien, como digo, todo ello, hoy incluso es muy relativo, pues profesionales que tan sólo ponen su nombre, cargo y empresa y tan sólo el correo electrónico como dato de contacto, son consideradas buenas tarjetas, y con una ventaja, ¡nadie nos molestará por teléfono, nosotros tendremos el control!