
Las empresas y sus gerentes ven en el RSC o Responsabilidad Social Corporativa, una oportunidad para sus negocios, ya sea de carácter publicitario y de imagen, diferenciación y atracción de clientes, supervivencia en el tiempo, o verdadera conciencia del impacto que generan con sus acciones en las personas, ambiente y entorno. Pongamos el ejemplo de los Bancos, que para el caso de España vienen liderando campañas orientadas a la gestión visible del RSC, con el fin de ganar la credibilidad pérdida, una imagen de transparencia que en el pasado brillaba por su ausencia, y el deseo de acercarse a los clientes en un mercado cada vez mas competido y menos diferenciado. Este tipo de campañas sociales orientadas a las personas más que al medio ambiente, comienzan por involucrar en la visión y misión de los Bancos unos términos prácticos y realistas de lo que significa la responsabilidad social. Para algunos será el uso transparente y visible de los recursos de dinero que los mismos clientes les han confiado, adicionado con unas políticas claras de los costos e ingresos en que incurren, no hacer uso indebido de los fondos, y tampoco tener sueldos en forma desmedida y desproporcionada, como se demostró que ocurrió en la crisis de la Banca norteamericana y los bonos gigantes de dinero que recibían los Presidentes y Vicepresidentes como compensación a la aparente buena gestión de resultados, tal vez financieros pero nunca sociales. En Colombia, me sorprendió ver el ejemplo tiempo atrás de una cadena de Supermercados reconocida, cuyo Gerente promulgaba la difusión de un balance social, adicional al tradicional balance financiero, en donde en vez de utilidades monetarias se hablaba de utilidades para las personas y el medio ambiente, en cantidad de empleos que daban, los beneficios que entregaban a la zona de influencia en donde hacían presencia, los aportes a la educación, a la conservación y embellecimiento del entorno, a la salud, mostrando los indicadores de crecimiento y prosperidad de las personas. Una bonita manera de concebir a la empresa, no como un objeto o máquina de generar dinero, sino de producir crecimiento y bienestar, retornando parte de del dinero ganado a la gente que bien le había servido en la obtención de los resultados. Desafortunadamente, se entiende que el aporte social va en contravía de las utilidades y los rendimientos financieros. Por supuesto que en el corto plazo, invertir $1.000 en educación o salud representaría disminuir en el balance financiero esa misma cantidad, salvo que existan preventas en la disminución de impuestos y gravámenes impositivos. Pero en el largo plazo, estas inversiones sociales se le retornan a la empresa en la llegada de más clientes, en la fidelización de los mismos, en el bienestar y mejoramiento de la productividad de sus empleados, en ganar imagen y reconocimiento ante la sociedad que le circunda. Pero para ello, las empresas deben no solo profesar sino actuar con una visión corporativa humana, social y profunda, que salga por los poros de la alta gerencia, y se transmita a cada uno de los puestos de trabajo, a los proveedores y clientes, a su entorno directo y al mundo entero. Porque de nada sirve que existan documentos en donde se profese la RSC si no se cumplen las promesas, y si no existe nadie que vigile que se realice efectivamente lo que se promulga publicitariamente. Ya es hora de que a las empresas se les exija no solo el balance financiero sino el balance social, para que el público pueda verlos, y de acuerdo con dicha información tengan mejores herramientas para elegir su proveedor de confianza, aquel que no solo les da un excelente producto y servicio a un mejor precio, sino que brinda beneficios sociales, algunos de los cuales le cobijan directamente. Ya es hora de que los gerentes, como el caso de la cadena de supermercados en Colombia, muestren con orgullo su balance social, conscientes de que éste también impacta en su balance financiero.