
Se ha utilizado mucho el concepto de mercenario para el ámbito profesional, para el ámbito de los negocios, y casi siempre se ha utilizado con un tono o una finalidad despectiva, y quien firma no cree que tenga que ser siempre así. El término mercenario si lo trasladamos directamente de su concepción en el marco bélico al marco de los negocios puede resultar algo desagradable o incluso violento, pero si al concepto mercenario le damos un uso más profesional, y simplemente lo vemos como alguien que presta sus servicios profesionales básicamente porque recibe una contraprestación a cambio no tiene porque ser negativo. Un mercenario en el mundo de los negocios es aquella persona que presta sus servicios profesionales en un lugar determinado, porque ese lugar determinado le ofrece en un momento determinado una contraprestación (económica o de cualquier tipo) que le resulta interesante, y de no ser así entonces los prestaría en otro sitio. Visto eso, ¿entonces no somos todos unos mercenarios?, ¿y qué de malo existe en ello? Y que conste que decir lo anterior no significa ni implica no estar motivado por lo que hacemos, no estar ilusionados en un proyecto o no implicarnos a fondo en el mismo. Puede suponer todo eso y más, podemos dedicarnos en cuerpo y alma a él, pero si el lector o lectora hace un acto de sinceridad que se responda a esta pregunta: ¿sería la misma implicación y el mismo desvivirse por un proyecto de no aportarnos la contraprestación que deseamos o que nos beneficia de algún modo? A entender de quien firma, sin duda no. Dicho lo anterior, decir que mientras muchos verán la concepción anterior como algo negativo, quien firma lo ve como algo positivo. Es decir, el éxito, la implicación, la motivación no está en el proyecto que en un momento desarrollamos, ese es el vehículo, el auténtico motor, la auténtica motivación es nuestra propia carrera profesional. Hoy prestamos nuestros servicios profesionales aquí, mañana los prestaremos ahí, y pasado mañana quien sabe donde, pero eso no importa, siempre los prestaremos al mejor postor (igual no económico, sino emocional, que nos aporte desarrollo, etc.), lo que realmente importa es que la auténtica satisfacción, la auténtica empresa seamos nosotros mismos.