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Pocas cosas son universales

Vivimos en un mundo global, lleno de oportunidades y en el que las fronteras se difuminan y cada vez más los productos y servicios no tienen territorios, ni fronteras, ni banderas, y ello es fascinante y nos abre un sin fin y un abanico de oportunidades impresionante, ahora bien, que de ello pretendamos extraer que no existen diferencias entre un producto u otro o un servicio u otro media un trecho. A mi entender uno de los errores más graves que podemos realizar a la hora de diseñar, de preparar un producto o servicio que pretendamos comercializar es el de diseñar ese producto o servicio de forma universal, entendiéndolo apto, adaptado y apropiado para todo tipo de clientes, intentando agradar y que sea al gusto de todos los perfiles de clientes posibles que puedan acercarse a nuestros servicios o empresa. Y no me refiero ya ni tan siquiera a las diferencias territoriales, me refiero incluso a lo que yo entiendo como el más grave de los errores: buscar lo universal en el target de clientes, es decir, creer que dentro de nuestro mismo mercado podemos agradar y gustar a todos los segmentos y subsegmentos que se encuentran en él. Obviamente existirán productos más planteados para las grandes masas, y otros más específicos, pero incluso entiendo que de entre los que están planteados más para un público de masas, incluso en ellos existe un segmento al que potenciar, pues entiendo que un público de masas, no abarca a “la masa” en su conjunto. Es más, y dicho de otro modo, entiendo que ya no tan sólo hay que plantearse enfocarse hacia unos determinados grupos o segmentos, sino que entiendo que es imperativo hacerlo por nuestra propia filosofía y por nuestra propia rentabilidad. Y es que al respecto, bien cierto es aquel dicho que dice que jamás podremos agradar a todo el mundo, por tanto, me pregunto yo, ¿porqué esforzarnos en agradar a quien no agradaremos nunca? ¡Esforcémonos en agradar y centrémonos en aquel que nos mira con buenos ojos! Muchos pensarán que el dinero, que la rentabilidad, se encuentra en enfocar un producto al público y que este nos lo compre en masa como locos. Puede, puede que ello sea así, en algún tipo determinado producto, pero ello no es así, ni en muchos productos, ni en la mayoría de servicios. Y es que la rentabilidad, el beneficio, no está en muchas ocasiones en cuantos clientes entran por nuestra puerta, sino en los billetes que nos dejan encima los clientes que entran por la puerta, y eso nada tiene que ver en la cantidad de clientes que nos entran, sino en la calidad de ellos. Y si el beneficio y la rentabilidad tiene que ver en la calidad y no en la cantidad de clientes, entonces es de destacar que esa calidad se obtiene por medio de hacerles a esos clientes productos o servicios diseñados y pensados a su perfil, no en el del perfil de al lado.