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¿Portátil o sobremesa?

portatil o sobremesa
En los últimos años las ventas de ordenadores portátiles han sido sistemáticamente superiores a la de equipos de sobremesa. Sorprendentemente los puestos de trabajo en muchas empresas se han visto poblados de ordenadores portátiles en sustitución de las «clásicas» torres (CPUs) con enormes monitores y pesados teclados. Y esto a ocurrido en grandes empresas, que incluso han eliminado el puesto de trabajo «personal», pero también en microPYMES en las que los usuarios, abogados, profesionales autónomos… transportan cada día su ordenador portátil desde la casa al trabajo, y viceversa. ¿Tiene sentido este cambio «cultural»? Creo que no. Siempre he tenido un portátil. Desde hace más de 20 años. Los he tenido de todos los tamaños. Aun conservo un Compaq de 7 pulgadas en blanco y negro, un auténtico precursos de los Netbooks (aunque sin acceso a Internet, por supuesto). Ahora utilizo de vez en cuando un «enorme» portátil HP de 17 pulgadas que pesa un quintal. Tengo también un Tablet Lenovo que solo pesa 1,7Kg, pero la pantalla de 11 pulgadas se me queda muy corta para hacer demostraciones de gestión documental. Pero para trabajar en la oficina, tengo no uno sino dos monitores de 24 pulgadas. ¡Qué maravilla! Todo ese «espacio» para mis programas, el correo, las hojas Excel… ¡Eso es productividad! ¿Quieres ganar 10 ó 20 minutos diarios redactando documentos en Word, preparando un Power Point o actualizando una tabla de pagos? ¡Cómprate ahora mismo dos monitores de 24 pulgadas! La inversión es mínima y el beneficio inmediato. Supongo que ya habrá quedado claro porqué no me gustan los portátiles… para trabajar en un lugar fijo. Y tienen otros defectos. Pero veámoslo de una forma más o menos ordenada. 1.- Movilidad. No hay discusión. Para ir de un lado para otro hay que tener un portátil. No hay otra opción. 2.- Pantalla. Ahora el ganador claro es el «sobremesa de toda la vida». Aun con un portátil de 17 pulgadas, que pesa una barbaridad, no hay comparación a trabajar con uno o dos monitores de 22 ó 24 pulgadas. De hecho, creo que es la mejora más fácil, rápida y barata de implementar para aumentar la productividad en el trabajo diario. Y tiene otra ventaja: no se quedan anticuados en poco tiempo. Normalmente un monitor «sobrevive» a más de un cambio en la CPU (que se queda lenta, o necesita actualizar el sistema operativo, o se rompe). 3.- Teclado. Odio los teclados de los portátiles. No solo son más pequeños e incómodos sino que algunas teclas importantes, como Supr, Mayús., Av Pág… no están «en donde deben». Son válidos para un trabajo eventual, para un vuelo en avión o un retoque en el hotel. Pero para trabajar 4 ó 5 horas diarias son un retroceso claro. Y del ratón mejor ni hablar. La única opción válida es conectar uno. 4.- Velocidad. Recién comprado un portátil suele ir bien pero cuando empiezas a tenerlo «cargado» de programas… solo el arranque se puede convertir en un auténtico problema. Aunque el procesador sea rápido, los discos duros de los portátiles suelen ser mucho más lentos que los de los sobremesa. Y eso se «paga» cada día. 5.- Ergonomía. La posición de trabajo con el portátil es realmente incómoda. Está claro que la pantalla queda muy baja y no puedes subirla a una peana, porque dejas de poder usar el teclado. No sé cuántos dolores de cuello y espalda provocan cada día los portátiles, pero son muchos. En definitiva, el portátil tiene su «lugar», su hueco, y en eso, en movilidad, es insustituible. Pero para el trabajo diario en una buena mesa y con suficiente espacio, usa un ordenador de sobremesa con un buen monitor, teclado y ratón. Merece la pena.