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RSC en México: Una mala interpretación conveniente

Desde mediados del siglo XX las cuestiones referentes a la Responsabilidad Social Corporativa se convirtieron en uno de los temas centrales de discusión entre las empresas mexicanas, sobre todo en el ámbito de las grandes compañías. El tiempo transcurrió y hoy cada vez son más las PyMEs y microemprendimientos que intentan comercializar sus productos y servicios manteniendo una política responsable, para con la sociedad y el medio ambiente. Claro que aún existen algunas dificultadas culturales al respecto, ya que si bien muchas empresas han comprendido la importancia de introducir en sus procesos una política basada en la RSC, lo cierto es que todavía muchas organizaciones, sobre todo más pequeñas, confunden la responsabilidad social con la filantropía. Por ello, es conveniente contar con una definición que nos permite acercarnos a los objetivos que persigue este concepto empresarial. En este sentido, el Centro Mexicano para la Filantropía señala: “La Responsabilidad Social Corporativa es cumplir integralmente con la finalidad de la empresa en sus dimensiones económica, social y ambiental en sus contextos interno y externo. Esta responsabilidad lleva, por tanto, a la actuación consciente y comprometida de mejora continua, medida y consistente que permite a la empresa ser más competitiva no a costa de respetando y promoviendo el desarrollo pleno de las personas, sino de las comunidades en que opera y del entorno, atendiendo las expectativas de todos sus participantes: inversionistas, colaboradores, directivos, proveedores, clientes, gobierno, organizaciones sociales y comunidad”. Quizás el hecho de que el Centro Mexicano para la Filantropía tenga injerencia en la RSC de las empresas del país, es precisamente lo que genera la confusión, la cual en ocasiones puede incluso ir en detrimento de las compañías. Veamos por qué. En las últimas dos décadas, es decir a partir del siglo XXI, la Responsabilidad Social Corporativa (RSC) se ha ido transformando en una verdadera moda entre las empresas mexicanas, no puntualmente debido a poder llevar adelante la verdadera dimensión del concepto, sino porque los empresarios y directivos a cargo de las grandes compañías han visto en este tipo de políticas la posibilidad de acrecentar sus ventas. Como sabemos, entre los muchos desafíos que plantea la incorporación de políticas RSC en la empresa, fundamentalmente hace que las empresas se vuelvan responsables, ofreciendo a los consumidores productos y servicios con valor agregado, cuidando a sus empleados y a la sociedad en general en la que se desenvuelve la compañía, y por supuesto preservando el medio ambiente. También como sabemos este tipo de políticas permite que las empresas logren alcanzar una excelente reputación, lo que indefectiblemente incide de forma positiva en las ganancias. Si bien la RSC debe funcionar como un mecanismo que permita controlar y disminuir el exceso de poder de muchas empresas, lo cierto es que debido a que por el momento las normas que son parte de esta plataforma no requieren un acatamiento obligatorio, muchas veces gran cantidad de empresas utilizan equivocadamente la RSC como promoción. Esto es precisamente lo que sucede en México, donde según los analistas son cada vez más las compañías que incorporan de forma voluntaria políticas RSC sólo como fachada, con el fin de ganar reputación y vender más. Allí el cumplimento de las normas de la RSC es vista por los empresarios como una especie de certificado de bondad de las empresas, el cual es otorgado por el Instituto Mexicano de la Filantropía. Esto hace que la RSC sea considerada simplemente como un buena acción, cuando en realidad los lineamientos de esta política deberían ser obligatorios y basados en la justicia. Pro otra parte, aunque resulte una crítica demasiado fuerte, lo cierto es que la incorporación de políticas RSC en la mayoría de las empresas mexicanas podría analizarse como una idiosincrasia empresaria basada en la codicia, porque en definitiva es lo que muchas veces sucede. En consecuencia, las personas han comenzado a dudar acerca de la verdadera efectividad de la RSC, ya que en muchos casos se denota que tras los buenos actos de una empresa se esconde en realidad un sinfín de fechorías que esas compañías arremeten contra el medio ambiente y la sociedad. Es por ello que en la actualidad gran cantidad de expertos sostienen que la RSC en México no debería ser voluntaria, sino que debería obligarse por ley a las empresas a instaurar este tipo de políticas, con objetivos bien claros y definidos, y sobre todo teniendo en cuenta que la responsabilidad social no es filantropía. Asimismo, muchos consideran que el Estado debería ser la figura que se encargue de supervisar y controlar que las organizaciones cumplan con la ley, emitiendo multas en los casos en que se registre el incumplimiento de la misma. Por supuesto que muchos creen que esto es un utopía, porque en definitiva el gran poder que poseen las empresas, sumado al apoyo constante que reciben de los medios de comunicación, hacen prácticamente imposible rever la situación e implantar una plataforma lógica sobre los lineamientos que debe respetar la incorporación de RSC. No obstante, como todos sabemos la última palabra siempre la tienen los consumidores, y la buena noticia es que cada vez más se difunde entre ellos la importancia de medidas que colaboren para mejorar al planeta y a la sociedad. Es gracias a esa creciente concientización, que en corto o mediano plazo las empresas mexicanas deberán comprender la verdadera dimensión de la RSC, incorporándola como un elemento indispensable para ofrecer productos y servicios acordes a la demanda actual, y no puntualmente para acrecentar sus ganancias. Antecedentes de la RSE en México En este punto no está de más hacer un poco de historia, y repasar como ha surgido y se ha ido transformando la Responsabilidad Social Corporativa en México. Los orígenes de la RSC en el país se remontan a mediados del siglo XX, cuando dos importantes organizaciones, como lo son la Confederación Patronal de la República Mexicana (COPARMEX) y la en ese entonces Uniones Sociales de Empresarios de México (USEM), se pronunciaron a favor de este tipo de políticas. Con el fin de lograr la incorporación y el desarrollo de la RSC en el país, ambas organizaciones aportaron en su momento elementos teóricos y prácticos al respecto. Varias décadas después, precisamente en 1992, el Centro Mexicano para la Filantropía (Cemefi) puso en marcha el denominado Programa de Filantropía Empresarial, para lo cual contó con el apoyo de seis empresas. Posteriormente en 1997 el Cemefi creó el Programa de Responsabilidad Social Empresarial. Tres años después, la institución lanzó la convocatoria para reconocer a las “Mejores Prácticas de Responsabilidad Social Empresarial”, y al año siguiente el certamen por el galardón “Distintivo ESR” a la Empresa Socialmente Responsable. Fue en el año 2001, cuando se concreta la llamada Alianza por la Responsabilidad Social Empresarial en México (AliaRSE), la cual quedó integrada por Administración por Valores (Aval), el COPARMEX, el Consejo Coordinador Empresarial (CCE), el Cemefi, la Confederación USEM, Impulsa (antes Desarrollo Empresarial Mexicano) y el CONCAMIN. Para obtener más información sobre AliaRSE, visite este enlace.