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Sincronización entre la formación universitaria y las necesidades de empleo en Colombia

En el pasado se podría hablar de que los estudios universitarios debían sincronizarse con las necesidades de las empresas, de tal forma que si en alguna ciudad se concentraban los negocios agrícolas o metalúrgicos o petroleros o farmacéuticos, lo natural sería que las universidades suministraran ese tipo de estudios y profesiones. Pero la pregunta de hoy en día sería, ¿hacia dónde deben mirar los estudios y las profesiones, cuando las empresas tradicionales ya no dan abasto con las necesidades de empleos y no representan una solución para los nuevos egresados? En Colombia, de acuerdo con las investigaciones recientes, las carreras o profesiones que más han encontrado su puesto de trabajo dentro del sector económico propio, son en su orden: la Economía, Administración y Contaduría, las Ingenierías y Arquitectura, y las Ciencias de la educación, con porcentajes que superan el 60%. Respecto de aquellas profesiones con mayor volumen de egresados que se vincularon a su empleo para el cual fueron destinados, se encontraron: la Bibliotecología, la Contaduría, la Medicina y la Geología. Dentro de este espectro de empleabilidad actual, se podría sugerir que lo mejor sería estudiar alguna de las profesiones anteriormente mencionadas. Pero allí se cometería un grave error, porque una cosa son las necesidades actuales y otras muy diferentes las que se requerirían cinco años mirando al futuro. Adicionalmente, está comprobado que en el mundo, cada vez existen menos empleos tradicionales y estables provistos por las empresas. Lo que se necesita es generar emprendedores potenciales para que generen nuevos empleos y negocios. ¿Los estudios universitarios son una solución para este empeño? Surge en este momento, una interesante discusión que se puede plantear a partir del perfil de los emprendedores exitosos, en donde en un alto porcentaje, nunca existieron estudios universitarios, los cuales fueron reemplazados por la iniciativa, el riesgo, la pasión, la práctica, las relaciones públicas, y la orientación hacia la obtención de resultados. De acuerdo con esta estadística podríamos inducir a las nuevas generaciones para que no estudien cinco años en la universidad, lo reemplacen por algunos cursos técnicos cortos, sean prácticos y resultadistas. ¿Dónde queda entonces la formación académica, formal, teórica y estructurada, sistémica y de desarrollo estratégico del pensamiento, estadista y científica? Si a este planteamiento le añadimos fuego, para mencionar que las cifras de pobreza de los países latinoamericanos incluyendo a Colombia, no permiten que un importante número de estudiantes ingresen a la universidad, por los costos y las pocas plazas. La recomendación se orientaría hacia los estudios cortos, los emprendimientos informales, y la dependencia de un talento natural y silvestre. No es tan cierta esta primera argumentación, que indicaría que los estudios universitarios, ya no tienen la trascendencia para los emprendimientos, como sí la tenían para los empleos formales y en las empresas, en donde la competencia era más aguerrida. De hacerlo, propenderíamos para que el éxito de los negocios, dependiera en un alto porcentaje del azar y de las habilidades innatas del propio emprendedor. En lugar de fundamentarse en un desarrollo del conocimiento estructurado, planificado y profundo en pensamiento, que aunque en un comienzo sea teórico, cada vez más se iría complementando con la práctica. Lo que es cierto es que las Universidades deben convertirse en una solución real para los futuros y actuales emprendedores, porque el orden de los factores no siempre altera el producto, sea porque primero se estudia y luego se emprende, o viceversa.